Maldito vicio de la gente achicoria



Hace una semana que tengo achicoria en una bolsita en la heladera. La guardé seca pero mi refrigerador chorrea un poco y me llena todo de agua.

Hoy quise ensalada de achicoria con huevo duro y palta. Busqué esa bolsita que, obvio, luego de una semana de humedad concentrada, tenía algún porcentaje de sus hojas podridas. Y mientras eliminaba las hojas podridas noté que éstas se habían adherido con vigor a hojas muy sanas, fuertes y frescas que casi van a parar al basurero junto con las putrefactas.

Y he aquí la analogía que surge de la observación: hay gente podrida que se pega a gente que irradia vitalidad, pero la segunda, al ser rodeada por la primera, corre riesgo de terminar en el tacho.

Maldito vicio de la infeliz gente achicoria que quiere que todos sean tan infelices como ellas.

CONSEJO: ¡A despegarse se ha dicho de la gente de mierda que te hacen ver como en realidad no sos y sólo te traen problemas!!!

Maldito vicio de ponerle sobrenombre a todos

Este es un vicio mío. Vicio feo, muy feo, ya que me lleva a transitar los caminos Alzheímicos de mi mente. Heme a mí en mi lugar de trabajo, cuando llega un adolescente a averiguar por un vestido de 15 para su hermana más pequeña. Este muchacho pregunta, yo le contesto, él comenta. Me pregunta, yo contesto, él comenta. Y mientras este acto comunicativo se desarrolla, mi mente comienza a preguntarse: "Esa voz, esa voz ¿a quién me recuerda?". Y pregunta va, respuesta viene, mi memoria se activa y el monólogo interno comienza: "¡Ya sé...ya sé a quién suena igual! ¡Pero si tiene la misma voz que Pileta! Si hasta en la entonación y en los gestos se le parece." 
-- Disculpame (a cliente) ¿por casualidad sos Mendocino? 
-- No, no. Soy de acá. ¿Por?
-- Por nada, me pareció que tenías tonada. ¿Qué más te gustaría para el cumpleaños de tu hermana?

Y sigue el diálogo, un poco automático de mi parte ya que en mi mente se acaba de alojar un pajarito carpintero que taladra mi marote preguntando "¿Cómo es que se llamaba Pileta?" "¿Cómo es? ¿Cómo es?"
No hubo suerte...mente en blanco. Y chico Pileta que nada en el agua clorada y cuida de la gente en el natatorio me hizo recordar a Pajarito, que anda también por el agua. Y Pajarito me hizo recordar a Andrés, que también tiene cara de pajarito, o más bien de pajarón (pero él es pajerón), pero de Andrés me acuerdo el nombre porque a él le decía "Andrés, el que viene una vez al mes". Venía en la época en que el chico Galletita de Limón empezó a recordarme y mandarme mensajitos, y yo "no me vengas con esta lata justo ahora" ¿Y Diente de Lata? ¿Qué será de su vida? ¿Seguirá siendo amigo de Tuerca? A Tuerca hace un tiempo que no lo veo, no desde aquella vez que pasó por casa a mostrarme la ecografía del bebé que esperaban con su mujer. Y yo que no entiendo nada de ecos, él me mostraba el bebé y yo sólo veía un poroto. ¿Y la Porota? Cuánto pelo que tenía esa chica, muy grueso y crespo ¿Y la profe Peluca? Más que su pelo, recuerdo sus lentes de contacto que brillaban y se le saltaban para afuera. Al que también le brillaban los ojos era a Miguelito (por el personaje de Mafalda), conocido entre mis amigas comoYoni Bavo o Bolumoto, pariente cercano de muchos Bolubicis que conocí en la primaria y que de seguro hoy también son parte de su bolubando.

Y comienzo a recordar personas a las cuales internamente llamé nombres distintos de los que figuran en sus Documentos Nacionales de Identidad. Y ahora si quiero evocarlos por quien realmente son, cuesta hacerlo. Si quiero llamarlos por sus nombres cuando los veo en la calle, titubeo. Si quiero hablarles por teléfono, no los ubico entre mis contactos. 

Maldito vicio que tengo de poner sobrenombres a más de uno y luego no poder recordar quiénes son en realidad, maldito vicio.


NOTA: Para evitar momentos embarazosos, de ahora en más comenzaré a llamar las cosas por su nombre, al pan, pan y al vino, Pángaro.

Foto: Chico Pileta en la pileta.

Maldito vicio de escuchar música en el colectivo

Esta mañana me tomo el C7 camino al trabajo y, al subir, como veo que hay poca gente, me voy al fondo para estar más cerca de la puerta de salida y así no tener que importunar a todo el mundo cuando me quiero bajar, ya que en dos paradas más el colectivo se pone hasta las tuercas. Cuando llego al fondo, diviso un asiento vacío y hacia allá me llevaron mis nalgas. Me siento tranquila, contenta con la vida, pero hay algo en el ambiente que resulta molesto...algo molesto para mis oídos. Miro a mi alrededor y verifico con mis ambos ojos que esta señorita que está sentada casi a mi lado, pegadita a la ventana, está escuchando cuarteto al palo. Y no sólo eso, también se sabe la letra, y la canta!!! La miro de reojo y pienso en tocarle el hombro, decirle que soy investigadora social y que estoy analizando los motivos por los cuales una persona escucha música a todo volumen en un espacio público donde no todos comparten el mismo gusto musical. Quiero pedirle además que me ayude a entender cómo puede apreciar música que sale con un sonido tan deficiente a través del parlantito saturado de un celular. Además deseo preguntarle si puede darme una respuesta aproximada de por qué las personas que escuchan música fuerte en un medio de trasporte público (sea éste un ómnibus, tren o subte) generalmente optan por los géneros de cuarteto, reggaeton o cumbia villera y no por otros géneros musicales como la música clásica, el soul, el jazz o el rock (inter)nacional.
Pero me detengo a pensar un momento y luego de un par de especulaciones en mi mente, llego a la conclusión de que esta señorita quizá no escuche la pregunta porque su música está muy fuerte. También temo que el interrogatorio sea muy elevado para su nivel intelectual, puesto que una persona que no piensa que su música puede incomodar a otros, tampoco creo pueda descifrar el mensaje implícito en mi pregunta y, es más, hasta pueda tomarlo como un insulto. Tampoco tengo el deseo de decirle "¡Hey! ¡Desubicada! ¡Bajá el volumen o enchufate los auriculares!" porque no ando con ganas de pelear ni de explicar a una incivilizada qué es lo que diferencia un acto de buena conducta ciudadana de uno de mala conducta.
Entonces sale la Jaimita de adentro mío que dice "Ni te gastes...dale de su propia medicina y listo". Así que meto la mano en el bolsillo, saco mi celular con mp3, busco la canción "The Beat Goes On" de Madonna y yo también pongo la música al palo (¡Tomá! diría mi abuela) y para divertirme más, la canto, sí sí... en voz alta, en IN-GLÉS, y marcando el ritmo con pierna y pie (On and on, on the beat goes...on and on, on the beat goooooesss ....get down, beep beep, gotta get up outta your seats...)
Yo no les puedo explicar cómo se les des-fi-guró la cara a ella y a la amiga sentada justo al lado mío. Horrorizadas miraban cómo yo articulaba palabras incomprensibles y comenzaron a cuchichearse al oído. Luego la cantante/escuchadora de música bajó el volumen, dejó de cantar y, medio estupidizada, me miró a lo chino, así con los ojos finitos y entrecerrados mientras continuaba de charla con la amiga (Sonrían pequeñas...les acabo de regalar el don del diálogo...hasta recién ni se miraban). Luego creo planearon algo en mi contra, buscaron una canción y la pusieron fuerte. Yo seguí en la mía, mirando al frente, meneando la cabeza y cantando este tema largo. Debo admitir que me costó sostener este acto, porque por un lado estaba tentada y por otro lado me pesaba la culpa de molestar a otras personas.
Afortunadamente se bajaron a las pocas cuadras. Ni bien se bajaron apagué mi celular, me lo metí en el bolsillo, y continué mi viaje en silencio hacia el trabajo. Los muchachos de al lado se miraron y uno le dijo al otro: "¡Por fin silencio! Menos mal que se bajaron...es que encima no les podés decir nada porque no sabés cómo van a reaccionar."

Maldito vicio de las personas que escuchan música fuerte en los medios de transporte sin importarles el resto de los pasajeros, maldito vicio.


CONSEJO: Deje de tenerle miedo a esta gente y busque la forma de que dejen de imponer su música de mala calidad a todo el mundo.

Maldito vicio de no largar el control remoto

Yo quería ver un programa sobre las estrellas y la creación del universo en el Discovery Channel. Quería sentarme tranqui, tomar una copita de vino tinto y comer unas Traviatas con queso cuartirolo y Leber Wurst. Así de simple. Pero cuando llegamos de trabajar, mi marido lo primero que hace es agarrar el control remoto (el comienzo de la novela titulada "Cómo te re cagué"), aplastar su trasero en el sillón y dedicarse a hacerle honor a la actividad de miro-nada-por-dos-minutos-me-aburro-cambio, comunmente conocida como zapping.
Y como ayer tuvimos una discución sobre lo rompe quinotos que soy cuando le pido algo y me pongo temática e insistente, decidí no pedirle más nada, pero sí encontrar la manera de conseguir lo que persigo. (Para los que se quedaron con la imagen de que soy una hincha bolas, paso a hacer una pequeña analogía...a ver si así me entienden un poco y sienten empatía en este asunto del control remoto: mis pedidos a mi concubino son una causa perdida puesto que pido como los empleados de empresas privadas pueden pedir aumento salarial, que por más sindicato que apriete, el jefe no afloja, no se puede negociar y ni jota de aumento.)
Y frente a esta situación del control remoto, si le pedía que la cortara con el asuntito de cambiar de canal en canal y se anclara de una buena vez en el Dicovery Channel, se iba a armar la Guerra Mundial III y la verdad, hoy no andaba con ganas de aguantarlo peleando. Entonces decidí hacer algo que lo obligara a abandonar su aposento, levantar el traste y liberar ese maldito aparatito. Fue así que procedí a implementar las siguientes estrategias con los consecuentes resultados:

Mi estrategia N°1: "Gordooooo, ¡qué lindo sería si comiéramos esas papitas al horno que tan ricas te salen!" (Léase: levantá el culo y vení a cocinar mientras yo miro tele.)
Su respuesta: "No hay más papas. Pedimos delivery, hermosa." (No vino a cocinar...me re cagó.)

Mi estrategia N°2: "Gordiiiiis, me parece que arriba en nuestra habitación suena tu celu."
Su respuesta: "No amor, lo tengo acá en el bolsillo de la camisa." (Me re cagó II.)

Mi estrategia N°3: Despierto al perro que está durmiendo en el lavadero y lo agito un rato. Carga pilas y encara para la puerta, porque sabe que se viene el paseo por la plaza. Y yo sé que pasear el can es una actividad masculina en este hogar.
Su respuesta: Se levanta del sillón aunque sin largar el control, abre la puerta del patio de atrás y larga el perro. "Con eso es suficiente por hoy" dice. Me mira cómplice y agrega: "Total no se va a morir si un día no sale a caminar por el barrio." (Ya está en cartelera la tercera parte de "Me re cagó.")

Mi estrategia N°4: Me pongo a preparar licuado de banana con hielo y "sin querer" dejo la cucharita de metal en el vaso batidor. Ruido, ruido, ruido y finalmente se descuajeringa la batidora. Sé que además de chusma y crítico, es un "fixer" o "arreglatuti"que no puede con su genio; roto ve, roto arregla (menos cuando se trata de arreglar ropa, medias o calzoncillos agujereados). Yo me preparé como niño que espera a su madre a la salida del jardín y esperé que él viniera a salvar mi batidora mientras yo me daba a la fuga con el poder remoto.
Su respuesta: "Negri, ¿se rompió? Si es así ni te calientes. Pedile a tu hermano más tarde o mañana o pasado yo le pego una miradita; hoy la verdad es que estoy molido cerebralmente." Y sigue rascándose sus partes nobles. (¡Qué vago hdp!)

Mi estrategia N°5: Caliento cera y me pongo a depilar frente a él...los bigotes, con la idea de que el paisaje lo atormente y se vaya a dar una vuelta en auto o a tomar cerveza con amigos, no me importa...que vaya donde sea pero lo importante es que se vaya.
Su respuesta: "Me parece que te quedaron unos pelos del lado derecho." (No puedo escribir aquí los insultos que atravesaron mi mente.)

Mi estrategia N°6: "Amor, ¿te gusta mi nuevo conjunto de ropa interior?" Se lo desfilo puesto y, modestia aparte, mis tetas y culo son envidiables. Tengo la esperanza de que el simio dentro de él tome posesión de su cuerpo y éste arroje el control remoto muy lejos para así tener los puños libres para poder golpearse el pecho.
Su respuesta: "¡Uuuuh, mamita! ¡Esta noche te parto!" y sigue haciendo zapping. El simio ha sido vencido por el homo sapiens que entiende de temporalidad, mientras yo grito para mis adentros "¡Noooo, sangre de iguana, nooooo! ¡Ahora agarrame, ahoooooraaaaa así largás el cotrol!"

Y me harto...me harto mal. Me desquicio y me salta la térmica. Nada fuinciona con este tipo. Todo este treje y maneje me agota las energías.

Saltar la térmica...
Agotar las energías...

¡Eso! Y como quién no quiere la cosa me fui al living, derechito hacia donde se encuentra el tablero eléctrico, y le dí sin vacilar a la tecla del disyuntor...Fue así que sin planearlo nació la estrategia N°7: "¡Ooooh! ¡Mi cielo, cortaron la luz! Menos mal que aún no es de noche, voy a lo del vecino a ver si ellos tienen el mismo problema."

Él me mira, mira la pantalla del televisor ahora inanimada y de color negro, mira el control remoto, me vuelve a mirar, deja el control sobre el sillón y me dice: "Bueeeeeno...vamos a  tener un poco de sexo."

Y te juro que intenté evadirlo y agarrar el control remoto, pero cuando me estaba reclinando hacia el sillón para apoderarme de él con la misma avaricia con la que Gollum iba tras su precioso tesoro, ÉL se interpuso en mi camino. Y qué se le va a hacer, hay otros aparatos más poderosos que el control remoto.

No ví el Dicovery Chanel, pero te juro que ví las estrellas. Porque este otro se estupidiza frente a la tele, pero cuando lo sacás de la caja boba y lo ponés a laburar, cómo labura!!!!

¿Puedo considerarme victoriosa si logré que mi marido al fin soltara el control remoto sin que yo se lo pidiera? Naaaaah....puro premio consuelo.


Maldito vicio de más de uno de echarse en el sillón (o la silla, o la cama, o un puff) y no largar el control remoto, maldito vicio.

CONSEJO: Peluda, sucia, transpirada y de equipo flojo de gimnasia, salte directamente a la estrategia N°7 y proceda a quitarle el control remoto desde atrás o en su defecto desde su costado si es que éste tiene un trasero encantador.

Maldito vicio de dejar el changuito del super en cualquier lado


Yo no te puedo explicar el calor que está haciendo, no puedo. Porque el calor es mucho y las palabras no hacen justicia a la hora de expresar esta sensación incómoda que estoy sintiendo. Porque éste no es un calor cualquiera en la ciudad de Córdoba, no; éste es un calor húmedo que me convierte en un caramelo masticable abandonado al sol, toda pegote y chorreando crema facial con color y factor de protección solar 30 (para evitar las arrugas que el sol produce ¿vio?). Y ayer perdí una apuesta y hoy tengo que cocinar para mis amigos, pero en la heladera no tengo más que una pechuga de pollo medio rancia (¿por qué no la he tirado aún?), dos tomates fiopa, medio zapallito anco deshidratado de viejo, un poco de mayonesa del año 2009, un pedazo de fiambre seco y una botella de vino 3/4 abierta. Definitivamente tengo que ir al supermercado a hacer la compra del mes.
Subo al coche y hacia allá me dirijo a las 3:30 de la tarde, con un sol que raja la tierra. Más tarde no puedo ir, porque tengo unos cuantos compromisos impostergables y a las 8 necesito estar de regreso en casa dado que a las 9:30 caen mis amigos...y a estos puntuales de profesión los tenés pegados al timbre a la hora citada, con las manos vacías y la panza llena de hambre.
Y viajo a través del infierno de cemento, sin aire acondicionado y por una avenida sin un árbol, palmera o arbusto que arroje algo de sombra. Llego al estacionamiento al aire libre (libre de techito, libre de arboleda, libre de sombrilla) del supermercado que está dentro del centro comercial. Doy vueltas como ratón de laboratorio en una rueda para encontrar un lugar dónde estacionar, pero sin suerte alguna. ¡¿Qué carajo hace la gente en el shopping con este calor?! ¡Ah, aquí hay aire acondicionado! Lo que es la vida del pobre...
Y luego de dar vueltas 5 minutos asándome al sol y consiguiendo el mejor bronceado "camionero" en mi brazo izquierdo, diviso un lugar libre. Y allá voy a toda velocidad, pero segundos antes de poder hacer marcha atrás y estacionar, una joven mujer con su hijito (para no decir una yegua de mierda con un pendejo de 2 años) deja su carrito de hacer las compras justo frente al lugar donde estoy por dejar el auto. Con mi mejor sonrisa, la miro y le pido si por favor puede correr el changuito que quiero entrar. Obvio que me ignora a propósito y sigue caminando. Y yo "¡Hey! ¡Señora! ¿Por qué tengo que hacer yo su trabajo? ¿Podría devolver el carrito al sector que corresponde?" Me mira, me rebaja con la mirada, me ignora al cuadrado y sigue caminando. "¡Ordinaria!" le grito, y me bajo del coche para mover el chango y poder estacionar. Cuando corro el changuito, viene un tipo acelaradísimo y me quita el lugar en el estacionamiento. "Disculpe, estaba corriendo el changuito para poder meter mi auto. ¿No ve mis balizas prendidas?" Otro que me mira, me rebaja, le mete alarma al auto "pip-pip" y sigue caminando. ¡Qué ganas de clavarle mi llave en la puerta del conductor y darle una vueltita de gentileza alrededor de su coche! Pero me reprimo, porque alguno que me mintió sobre cómo funciona la sociedad me grabó a fuego cuando fui a la iglesia de chica eso de poner la otra mejilla.
Y fuego es lo que siento ahora, de la bronca que cargo y del sol que me pica en los hombros. Vuelvo a subir al auto y sigo dando vueltas. Diez minutos más tarde consigo un lugar. Al llegar al supermercado quiero tomar un carrito y no hay ninguno, nada. Vuelvo al estacionamiento y traigo uno que alguien dejó tirado en la otra punta....bieeeeen al rayo del sol. De más está decir que la manija del carrito hierve y que éste está todo torcido y con una rueda trabada.
Superado el desafío "changuito chingeado" para llegar hasta el interior del super, me sumo a otro desafío, que no es ni el desafío Actimel, ni el de la blancura de Ala o Ace, ni el de Activia (¡Miércoles...cuántos desafíos que nos presenta la vida!), sino a otro desafío, que es el de circular entre góndolas rodeadas de changos abandonados, vacíos o a medio cargar, changos con niños, changos empujados por señoras y señores distraídos, changos con mercadería para reponer, changos veloces, changos lentos.
Y hago las compras de todos los productos que necesito no sin antes quedarme un tiempo extra en la sección de los productos congelados para enfriar las piernas y los pies cansados. En la línea de caja tardo un poco más de lo calculado y ¿adivinen por qué? Porque los compradores anteriores dejaron sus carritos y canastos amontonados y desalineados antes de la máquina registradora...y del otro lado también. Y trato de abstraerme del tema para no enfurecer y para concentrar y entregar toda la energía de mi pensamiento al futuro placer de beber el exquisito vino tinto que acabo de comprar y que esta noche saborearé con mis amigos.
Salgo del supermercado y me siento una alienígena al depositar el changuito en el lugar que corresponde. Camino con mis cinco bolsas hasta mi coche y, al llegar, éste se encuentra custodiado en el baúl por otro changuito (como era de imaginarse). Entonces busco moverlo con el pie, pero está trabado. Lo quiero empujar con el cuerpo...nada. Saco el dedo índice de entre el manojo de manijas de bolsas para poder asirlo y correrlo, pero el peso de las bolsas me vence y dos de ellas se desprenden de mi mano. Y allá va mi vino tinto, a estamparse contra el suelo del estacionamiento al mejor estilo Keanu Reeves cuando hace la prueba del salto en Matrix. ¿Quedará muy mal si me pongo a lamer el suelo? ¡Qué pena que el pavimento emane tanto calor...no me gusta el vino caliente!

Maldito vicio de los compradores de dejar el changuito del super en cualquier lado, maldito vicio. 


CONSEJO: Si tiene tarjeta de crédito, compre on line. Si vive en el interior del país y no le hacen envíos a domicilio, jódase por no vivir en Capital Federal.