Maldito vicio de dejar el changuito del super en cualquier lado


Yo no te puedo explicar el calor que está haciendo, no puedo. Porque el calor es mucho y las palabras no hacen justicia a la hora de expresar esta sensación incómoda que estoy sintiendo. Porque éste no es un calor cualquiera en la ciudad de Córdoba, no; éste es un calor húmedo que me convierte en un caramelo masticable abandonado al sol, toda pegote y chorreando crema facial con color y factor de protección solar 30 (para evitar las arrugas que el sol produce ¿vio?). Y ayer perdí una apuesta y hoy tengo que cocinar para mis amigos, pero en la heladera no tengo más que una pechuga de pollo medio rancia (¿por qué no la he tirado aún?), dos tomates fiopa, medio zapallito anco deshidratado de viejo, un poco de mayonesa del año 2009, un pedazo de fiambre seco y una botella de vino 3/4 abierta. Definitivamente tengo que ir al supermercado a hacer la compra del mes.
Subo al coche y hacia allá me dirijo a las 3:30 de la tarde, con un sol que raja la tierra. Más tarde no puedo ir, porque tengo unos cuantos compromisos impostergables y a las 8 necesito estar de regreso en casa dado que a las 9:30 caen mis amigos...y a estos puntuales de profesión los tenés pegados al timbre a la hora citada, con las manos vacías y la panza llena de hambre.
Y viajo a través del infierno de cemento, sin aire acondicionado y por una avenida sin un árbol, palmera o arbusto que arroje algo de sombra. Llego al estacionamiento al aire libre (libre de techito, libre de arboleda, libre de sombrilla) del supermercado que está dentro del centro comercial. Doy vueltas como ratón de laboratorio en una rueda para encontrar un lugar dónde estacionar, pero sin suerte alguna. ¡¿Qué carajo hace la gente en el shopping con este calor?! ¡Ah, aquí hay aire acondicionado! Lo que es la vida del pobre...
Y luego de dar vueltas 5 minutos asándome al sol y consiguiendo el mejor bronceado "camionero" en mi brazo izquierdo, diviso un lugar libre. Y allá voy a toda velocidad, pero segundos antes de poder hacer marcha atrás y estacionar, una joven mujer con su hijito (para no decir una yegua de mierda con un pendejo de 2 años) deja su carrito de hacer las compras justo frente al lugar donde estoy por dejar el auto. Con mi mejor sonrisa, la miro y le pido si por favor puede correr el changuito que quiero entrar. Obvio que me ignora a propósito y sigue caminando. Y yo "¡Hey! ¡Señora! ¿Por qué tengo que hacer yo su trabajo? ¿Podría devolver el carrito al sector que corresponde?" Me mira, me rebaja con la mirada, me ignora al cuadrado y sigue caminando. "¡Ordinaria!" le grito, y me bajo del coche para mover el chango y poder estacionar. Cuando corro el changuito, viene un tipo acelaradísimo y me quita el lugar en el estacionamiento. "Disculpe, estaba corriendo el changuito para poder meter mi auto. ¿No ve mis balizas prendidas?" Otro que me mira, me rebaja, le mete alarma al auto "pip-pip" y sigue caminando. ¡Qué ganas de clavarle mi llave en la puerta del conductor y darle una vueltita de gentileza alrededor de su coche! Pero me reprimo, porque alguno que me mintió sobre cómo funciona la sociedad me grabó a fuego cuando fui a la iglesia de chica eso de poner la otra mejilla.
Y fuego es lo que siento ahora, de la bronca que cargo y del sol que me pica en los hombros. Vuelvo a subir al auto y sigo dando vueltas. Diez minutos más tarde consigo un lugar. Al llegar al supermercado quiero tomar un carrito y no hay ninguno, nada. Vuelvo al estacionamiento y traigo uno que alguien dejó tirado en la otra punta....bieeeeen al rayo del sol. De más está decir que la manija del carrito hierve y que éste está todo torcido y con una rueda trabada.
Superado el desafío "changuito chingeado" para llegar hasta el interior del super, me sumo a otro desafío, que no es ni el desafío Actimel, ni el de la blancura de Ala o Ace, ni el de Activia (¡Miércoles...cuántos desafíos que nos presenta la vida!), sino a otro desafío, que es el de circular entre góndolas rodeadas de changos abandonados, vacíos o a medio cargar, changos con niños, changos empujados por señoras y señores distraídos, changos con mercadería para reponer, changos veloces, changos lentos.
Y hago las compras de todos los productos que necesito no sin antes quedarme un tiempo extra en la sección de los productos congelados para enfriar las piernas y los pies cansados. En la línea de caja tardo un poco más de lo calculado y ¿adivinen por qué? Porque los compradores anteriores dejaron sus carritos y canastos amontonados y desalineados antes de la máquina registradora...y del otro lado también. Y trato de abstraerme del tema para no enfurecer y para concentrar y entregar toda la energía de mi pensamiento al futuro placer de beber el exquisito vino tinto que acabo de comprar y que esta noche saborearé con mis amigos.
Salgo del supermercado y me siento una alienígena al depositar el changuito en el lugar que corresponde. Camino con mis cinco bolsas hasta mi coche y, al llegar, éste se encuentra custodiado en el baúl por otro changuito (como era de imaginarse). Entonces busco moverlo con el pie, pero está trabado. Lo quiero empujar con el cuerpo...nada. Saco el dedo índice de entre el manojo de manijas de bolsas para poder asirlo y correrlo, pero el peso de las bolsas me vence y dos de ellas se desprenden de mi mano. Y allá va mi vino tinto, a estamparse contra el suelo del estacionamiento al mejor estilo Keanu Reeves cuando hace la prueba del salto en Matrix. ¿Quedará muy mal si me pongo a lamer el suelo? ¡Qué pena que el pavimento emane tanto calor...no me gusta el vino caliente!

Maldito vicio de los compradores de dejar el changuito del super en cualquier lado, maldito vicio. 


CONSEJO: Si tiene tarjeta de crédito, compre on line. Si vive en el interior del país y no le hacen envíos a domicilio, jódase por no vivir en Capital Federal.

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