Maldito vicio de los altos

Hace meses que estás esperando que salga en el cine lo que creés será tu película favorita, esa de la que todos hablan, la que hace años venís siguiendo a través de videos sobre su filmación, de la que te has leído el libro sobre el cual se basa la historia, críticas en revistas, blogs y periódicos, de la que te has comprado la remera, el porta lápices, la taza para tomar un café mientras mirás más videos del backstage, el llaverito y cuanto merchandising ande dando vueltas.

En la televisión sale por primera vez un avance de la película y furiosamente entrás a internet para adquirir tu entrada anticipada online. Comprás una sola porque no querés tener ningún amigo al lado que te hable durante la proyección.

Y hoy es el día del estreno. Llegás al cine 1 hora antes de la función y te comprás un super balde de pochoclo y una gaseosa (pero no una gaseosa muy grande, así no te dan ganas de ir al baño a mitad de la película). Sos el primero en la fila. El acomodador te saluda con una sonrisa y te da los anteojos para ver en 3D. Buscás el número de tu asiento sabiendo ya que está estratégicamente ubicado, ni muy cerca de la pantalla ni muy lejos. Te sentás y comenzás a saborear los pochoclos mientras la gente empieza a ingresar. Está confirmado que será una función a sala llena y en 50 minutos ves que el sitio está prácticamente repleto. Bajan las luces y se inicia la proyección: primero las propagandas (masticás puñados más grandes de palomitas de maíz o pororó), luego los avances de los próximos estrenos (ya te bajaste medio balde), y finalmente la pantalla se pone en negro y apagan las luces (la ansiedad fluye por tus venas a la velocidad de un rayo y tu corazón palpita rápidamente). Suenan las primeras notas de la melodía inicial. Estás sentado en el borde de la butaca, queriéndote meter dentro de la pantalla. De repente ves una luz en el pasillo...es la linterna del acomodador que le alumbra el camino a un destartalado apurado que viene gritando "Permiso permiso" y se sienta juuuuuuusto delante tuyo, en el único lugar que quedaba vacío. Y el flaco mide un metro noventa y ocho, es de piernas cortas y talle largo, tiene cabeza grande y cabello abultado. Y vos te pasás toda la película meneando la cabeza de un lado al otro como un boxeador, tratando de encontrar un hueco por donde poder apreciar mejor la película. Te perdés todos los efectos 3D que chocan contra ese monolito humano que tenés delante tuyo y, sobre llovido mojado, te tenés que bancar que el chavón sea un inquieto getón que se la pasa debatiendo la película con el amigo sentado al lado (sí, ese maldito que le tenía reservando el lugar). Vos de atrás le pateás el asiento, pero el flaco no se da por aludido. Terminás no viendo la película, porque has decidido sumergir tu cabeza dentro del balde y ahogarte con los pochoclos que te quedan.

Maldito vicio de los altos de sentarse justo delante tuyo en una función de cine (o en el teatro, o en un recital, o en un congreso, o en la fiestita de fin de año del jardín de tu nene más chico), maldito vicio.

CONSEJO: Lleve consigo un set de almohadones inflables y utilícelos a demanda.

1 comentario:

  1. Como te entiendo!!!!
    Creo que debe ser una maldición de los cines o demas espectaculos publicos. Por mas alto que seas, delante tuyo se sentara uno aún más alto.
    En cierta oportunidad, se sento delante mio, el hombre mas alto y con la cabeza más larga que te imagines. Para que te hagas una idea, el tamaño de la cabeza media de largo, lo mismo que la mitad de su torso.
    Vivo en un pueblo, asi que suelo cruzar a este hombre muy seguido... (y por ende, tambien recuerdo muy seguido a su mamá)

    Un beso!!!

    (ahhh, y los grillos topos son malos, son los causantes de que se queme el pasto y las plantas ya que debilitan las raices!. No son los grillos buenitos y de la suerte que cantan cri, cri, cri, je)
    Otro beso!

    B.D.

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